viernes, 17 de julio de 2009

CINCO OPCIONES PARA UN VERANO DISTINTO


LA ALTURA DE LA MONTAÑA
La montaña es un lugar sagrado para casi todas las culturas. Ascender a ellas implica dejar detrás de nosotros todo aquello que nos ata, preocupa, esclaviza o tiñe el día a día de negra rutina. ¡Qué pequeño se ve todo desde la altura y, qué diminuta se observa desde el llano, la grandeza de la montaña!
Algo así ocurre con Dios; inmersos en lo cotidiano lo vemos tan lejano y tan encumbrado en el cielo que olvidamos que, Dios, es el eterno amigo y compañero que avanza a nuestro lado. Es bueno, más en verano, escalar hacia la montaña y poder decir como Pedro (después de un encuentro personal con El); “Señor; qué bien se está aquí”. Por mucho que recorramos el mundo detrás de la belleza, nunca la encontraremos si no la llevamos con nosotros” Louis

EL HORIZONTE DEL MAR
El entorno, en el que nos debatimos, nos habla y nos incrusta hasta la saciedad lo efímero . Nos quieren convencer, en más de una ocasión y desde diversas ópticas pragmáticas, que no hay más horizonte que aquel que se presenta delante de nuestras propias narices. Quien piense lo contrario que procure instalarse delante del inmenso mar. Allá al fondo, en el horizonte, siempre hay un imán que atrae desde el infinito. Hay un misterio escondido que habla. Hay una brisa que acaricia y grita que, por mucho que lo neguemos, estamos llamados a realidades más profundas que nuestros ojos no ven. Las naciones más progresivas son siempre las que navegan más.
Emerson

EL FIRME DE LA TIERRA
Nunca como en los tiempos que nos tocan vivir el globo terráqueo está sujeto a peligrosos vaivenes que nos producen desasosiego, inseguridad, ansiedad y temor a perderlo todo. Las vacaciones son un tiempo privilegiado para hacer una purificación profunda de las abundantes toxinas que llevamos dentro. Un buen antídoto para deshacernos de ellas es precisamente caminar con paso decidido y firme por aquellos caminos que creemos que nos pueden aportar paz y sosiego, felicidad y esperanza. Unos caminos que no siempre serán fáciles de seguir y, que por otra parte, hasta pueden estar en el ojo de mira de una sociedad que dinamita toda seguridad humana con resorte de eternidad. La tierra es un teatro, pero tiene un reparto deplorable. Oscar Wilde

EL INFINITO DEL CIELO
Recientemente una niña que había perdido a su abuelo me preguntaba; “oye Javier; ¿mi abuelo habrá entrado de cabeza en el cielo?”. Sólo los niños son capaces de abrirse con ingenuidad pero con interrogantes pidiendo respuestas a los valores de Dios. Hacernos niños es buscar a Dios en la sencillez de nuestra propia vida. Es dejar a un lado raciocinios y ecuaciones para rebajar a Dios a nuestra medida. ¡Claro que sí!; si queremos entrar de cabeza y sobre los hombros de los ángeles, en el gran coso del cielo, es cuestión de abrir nuestra vida, ya y desde ahora, a ese infinito. El verano, por qué no recordarlo, es ocasión propicia para no perder la cabeza y mantenerla orientada hacia el cielo. Los caminos cuesta abajo son más fáciles, pero no llevan a la cumbre. René Juan Trossero

EL SILENCIO DEL ESPACIO
Ruidos y decibelios convierten el modus vivendi del ser humano en una feria continua. Nos juntamos pero no hablamos, andamos pero no caminos juntos, subimos pero no miramos en la misma dirección, nos miramos pero no nos vemos. El verano, qué duda cabe, es ese tren en el que podemos encontrar un amigo para compartir, un confidente para confiar, una persona a la que ayudar y …un silencio para escucharnos a nosotros mismos.
Espacios y silencios son necesarios para dar opción a los demás y para darnos opción a nosotros mismos. Algunos encuentran el silencio insoportable porque tienen demasiado ruido dentro de ellos mismos. Robert Fripp
J.Leoz

domingo, 5 de julio de 2009

MUDANZA


La vida es un hospital donde cada enfermo está poseído por el deseo de cambiar de cama. (Charles Baudelaire)

Lo único constante en esta vida es el cambio, y muchas veces la mudanza llega cuando uno menos se lo espera.
Lo primero que viene a la cabeza es todo lo que uno deja atrás, la seguridad que te daba aquello que sientes tuyo, la pereza de cambiar todo y reordenar tu vida, el miedo a lo que pueda venir y a que nada vuelva a ser lo mismo… Pero en cuanto sacas fuerzas para empezar te das cuenta de que no todo son inconvenientes: por fin ha llegado la hora de tirar todos los trastos viejos que te impedían avanzar, todo lo que no te gustaba de ti. Es tiempo de pensar qué es lo que quieres guardar, en qué te sirve lo que has aprendido hasta entonces, qué te gusta de lo que tenías y qué parte de eso podrías mejorar aún más. También es el momento de pensar en el futuro, de decidir tu nuevo camino, de invertir tu tiempo y esfuerzo en que te sientas cómodo en tu nuevo hogar. Y sobre todo es hora de llamar a la gente que sabes que siempre está allí, pues una mudanza sin compañía es un cambio duro, pero trabajando codo con codo se convierte en una experiencia que hace crecer a ambos.
En tiempos de crisis uno no se puede permitir cambiar de casa, pero sí de vida.